LEYENDAS URBANAS

Gracias Anónima Chungaaaaaa

Es posible que el hecho de que una mano ensangrentada recorra desde hace treinta años los lavabos del piso de arriba de un colegio de monjas, sea una leyenda urbana.

Cabe la posibilidad de que la chica que se aparece en algunas curvas de algunas carreteras comarcales anunciando el lugar exacto donde murió, sea una leyenda urbana.

Convencida estoy de que “puedo echar tres sin sacarla” es una leyenda urbana.

Pero me jode en las tripas escuchar que lo de la chica que se untó mermelada en el coño para que se lo comiese su perro es una leyenda urbana, cuando yo pasé el segundo año de mi adolescencia casi sin dormir empeñada en que mi gato me lamiese el clítoris.

No niego que quizá la parte en que Concha Velasco manda a Ricki Martin a casa de la chica y se encuentra el pastel pueda ser una licencia poética, pero de que las humanas interactuamos con animales no tengo ninguna duda.

Fui más inocente que aquella chica porque creí que el olor a pescado bastaría para hacerme irresistible pero nunca logré más de cuatro lengüetazos seguidos.

Aun así, recomiendo la experiencia porque los gatos tienen una lamida muy larga y su lengua no solo es fascinantemente áspera, además es como adherente, como si quisiera llevarse con ella la superficie que lame.

Aunque imagino que son cosas que van con los gustos de cada una; a mí siempre me ha puesto mucho lo cañero, tal vez por eso me encantó perder la virginidad con un bote de desodorante Fá, frescor salvaje del caribe.