Fóllame

Y la chunga Butterflieswithoutwings, dijo:



Te di una hostia. Con todas las ganas y toda la rabia que en ese momento salieron de mi interior. Él simplemente; rió. ¿Qué es lo que te hacía tanta gracia? ¿Te pego y te ríes? ¿Acaso eres masoquista?

Me dio exactamente igual, te seguí pegando. Te insulté todo lo que me dio la gana, te maldije más de 100 veces y tú, como si nada, volviste a reír. Tu risa…me daba tanta rabia tu risa, que solamente hizo que mi mente se enajenara aún más. Me acuerdo que acabé arañándote la cara, y que, por primera vez en todo ese rato, tu semblante estaba serio.

Y al fin, paré. Me quedé callada, enfrente de ti. Algo me tendrías que decir, algo digo yo. Más que sea mandarme a la mierda. Pero no, nada de eso fue. Simplemente me mirabas fijamente con esos ojos de color marrón que tanto había deseado en su momento. Y entonces, empezaste a caminar hacia mí. A cada paso que dabas, mi rabia iba aumentando de nuevo y no, no era porque te acercaras cada vez más, sino porque lo hacías en silencio.
Me encantan los silencios incómodos, pero en este caso este en particular se me hacía insufrible. Apenas te llegué a tener a dos centímetros de mí. Los latidos de mi corazón se aceleraban hasta tal punto que me dio miedo de que tú los pudiera escuchar. La sangre me fluía de una manera tan alocada e hirviente que por un momento deseé estar muerta. ¿Y qué fue lo que hiciste? Ni me pegaste, ni me hablaste.

Me besaste como si jamás lo hubieses hecho en tu puta vida. Ni tan siquiera me dejaste coger aire. Podía sentir como tus besos dejaban helada mi piel, pero hacía hervir mi sangre. Me quitaste la blusa de una manera tan ligera que apenas me di cuenta. Te odié por eso. Te odié desde lo más profundo que jamás hube odiado a nadie. Pero como soy una estúpida, acabé queriendo más. Te quité los pantalones con mis torpes dedos mientras tu lengua jugueteaba con mi cuello salvajemente. Te odié, deseé que todo eso acabara de una puta vez. Pero tienes la maldita cualidad de anularme como persona cada vez que te veo. Y una vez que estábamos los dos desnudos, me empezaste a follar de manera salvaje. Me acorralaste en la pared, y me empezaste a embestir de la manera que siempre había querido que lo hicieses. Te sentí en lo más profundo de mí, y te susurré que no pararas.

No lo hiciste.

Y empecé a notar tu respiración cada vez más acelerada, tu piel cada vez más caliente y tu boca ansiosa de mi cuerpo. Me follaste. Como jamás nadie lo supo hacer. Nos mordimos y lamimos una y otra vez juntos, te clavé las uñas de placer, y mis orgasmos estaban entre el placer y el dolor…en serio, te felicito porque, follar, lo sabes hacer de maravilla.


- Ha sido estupendo, querida. Hasta la próxima. -fueron las únicas palabras que soltaste en toda la noche.

Desde ese momento, y por extraño que parezca, dejé de odiarte para sentir lástima de ti.